sábado, 4 de mayo de 2019

Momentazo ornitológico en la Marjal del Moro

La verdad es que esta pasada Semana Santa el mundo se ha vuelto del revés en lo que a la meteorología se refiere, con tiempo primaveral en el Norte y una vuelta al invierno en la franja mediterránea. Como teníamos un compromiso adquirido de bajar a ver a la familia que tenemos en Gandía, hacia allí dirigimos la "autocarabirding" con la esperanza de que las previsiones de todos los modelos no se cumplieran y lo que podía ser una gota fría de libro finalmente se quedara en un chaparrón.

Sin embargo, al empezar a descender de las alturas turolenses hacia el mar se cumplían todos los presagios y el viento de Levante comenzaba a mojar de un tímido chirimiri el parabrisas, que al llegar a Sagunto ya era una lluvia en toda regla, acompañada de un viento que nos agitaba y hacía la conducción complicada.

Con todo esto la parada prevista en La Albufera hubo que dejarla para mejor ocasión. En El Saler el Mare Nostrum nos recibía en forma de semi galerna, nunca había visto este mar tan marrón y cabreado.
La cosa pintaba mal para turisteo, pajareo y paseo playeril, así que hubo que adelantar la vuelta porque no era cuestión de pasar los días viendo llover.
Pero también hubo algún ratillo que aproveché para escaparme a alguna zona interesante desde el punto de vista pajarero. Uno de esos puntos calientes es la Marjal de Borrons, una zona inundada que forma parte del conjunto del Marjal de Xeresa y muy cercano a Gandía Playa. Lo cierto es que esa zona está llenita de zonas húmedas, muy propicias para avistar todo tipo de aves asociadas a estos hábitats. Hay una vida increíble en estos sitios y había que aprovecharlo aunque el clima no acompañase y que tampoco estábamos en temporada alta de migratorias.

Al Marjal se accede por un pequeño laberinto de pistas y caminos entre naranjos y acequias. Una vez allí hay una serie de pasarelas de madera muy bien acondicionadas que rodean una de las zonas principales. Existe un pequeño estanque y luego ya una superficie inmensa de carrizo que queda fuera del alcance si no es vadeando o en barca.




Nada más llegar a la zona más accesible un águila pescadora me recibe posada en unos eucaliptos enormes, pero antes de poder encarar la cámara se levanta y aleja rápidamente. Buen comienzo. Esta zona arbolada era compartida como posadero con varios cormoranes grandes.



La vuelta al humedal dio como resultado una discreta observación de anátidas, solamente unos pocos ánades reales, pero sí un macho de pato colorado que me vino a placer y pude fotografiar con calma. Bastante suerte porque es un pato muy tímido que no se deja aproximar con facilidad.



En la zona contigua de cañaverales cantaban sin parar los buitrones, haciendo pequeños vuelos y volviendo a posarse. Había infinidad de ellos.

Este área está rodeada de huertos y campos de naranjos, por lo que también hay un buen número de especies propias de estas zonas: Curruca capirotada, zarcera y cabecinegra, ruiseñor, verderón, jilguero y carboneros. También unos pajarillos muy pequeños que me parecieron estrildas, una especie invasora que ha colonizado la zona, pero no puedo confirmar. Los cetia ruiseñores también cantando con ganas.



En un chopo seco me sorprendió un torcecuello, junto a un gorrión molinero. También vi fugazmente una oropéndola, la primera de la temporada primaveral. Dada la abundancia de mosquitos en el cielo había una ingente cantidad de golondrinas, también alguna daúrica, así como los primeros vencejos de la temporada. Aviones comunes y zapadores se unían a este ejército de cazas aéreos.

En cuanto a ardeidas, unas cuantas garzas imperiales, un par de reales y bastantes garcetas comunes y bueyeras. No tuve suerte con otras más difíciles como son el avetorillo y avetoro, aunque el sitio promete.



También una agradable sorpresa ver los primeros moritos, ave poco frecuente en mis áreas habituales y que siempre alegran el ojo.

Fochas y gallinetas también presentes, más abundantes las segundas. De hecho en cualquier canal o acequia veías unas cuantas.

En cuanto a gaviotas, sobre todo patiamarillas, aunque también tuve la suerte de ver alguna gaviota de Audouin, asimismo un pájaro extraño para mi.

En definitiva, un lugar bonito al que darle una vuelta y que en invierno y con temporales de frío seguro que debe ser un autético espectáculo.

Como se me había quedado mal cuerpo por no haber disfrutado al 100% de estos lugares, a la vuelta paramos en un enclave que me recomendó un experto ornitólogo, José Ardaiz, la Marjal del Moro o Marjal dels Moros en valenciano, situado al final del paseo marítimo de la playa de Puçol, entre Valencia capital y Sagunto. Se trata de una ZEPA compuesta de un humedal de unas 300 hectáreas que límita por el este con el mar Mediterráneo, del que lo separa una estrechísima franja de dunas y una playa de guijarros. Está considerado uno de los humedales más importantes de la Comunidad Valenciana, pero al estar tan cercano a La Albufera da la impresión de estar a su sombra y por ello permanece un poco en el anonimato.




El acceso es muy bueno y desde el parking del restaurante l'Estany hay una senda que enseguida te mete en todo el meollo. Hay varios puestos de observación y hides, aunque en la época en la que yo he estado había varios sectores que se encontraban cerrados para evitar molestias a las especies en estos meses delicados de nidificación (Bien me parece) Aún así se podían recorrer zonas muy bonitas.

En la misma puerta de entrada hay un pequeño estanque rodeado de altas cañas y ahí la primera observación de nota: Un martinete acompañado de algunas garcetas ¡Bien!



En la zona contigua de tamariz revoloteaban algunas currucas carrasqueñas, seguramente en paso, mientras en los primeros cañaverales se escuchaba el canto del carricero tordal, sin embargo no se dejaba ver, como es habitual en esta especie.
Según me acerco a los primeros estanques detecto un pato extraño, con pico azul con aspecto de ortinotorrinco. El bicho se las trae, nunca lo había visto, para mi un "Bimbo" como un piano. Nada más y nada menos que una malvasía cabeciblanca, una anátida que estuvo a punto de desaparecer en el siglo pasado y que poco a poco se está recuperando, siendo este humedal uno de sus bastiones más importantes en España. Ya solo por esta observación había merecido la pena visitar la Marjal del Moro.
Se dejó fotografiar "a huevo" desde una de las torres de observación. Junto a ella otro ejemplar joven, con un discreto plumaje casi negro y sin el característico pico azul celeste y varios porrones europeos y algún azulón. En el limo de la orilla se alimentaban una agachadiza y un chorlitejo chico.




Más a la derecha hay un estanque de mayor tamaño y ahí también a muy poca distancia posaba un joven flamenco rodeado de fochas. Más lejos un pequeño grupeto de patos colorados.



En el cielo, se producía un continuo trasiego de charranes comunes, patinegros y charrancitos. También había entrada de fumarel cariblanco, pero no tuve la suerte de verlo o la habilidad de identificarlo. La llegada de aves desde el mar era continua, tal vez empujadas por el temporal que sacudía esta zona del Mediterráneo.


Gaviota de Audouin.



De pronto un ave extraña irrumpe y se posa a pocos metros. Me quedo mirando bastante incrédulo y veo que es una canastera, inmóvil y muy confiada. Al poco empiezan a llegar más y se posan en la playa de guijarros. En un rato se llena el lugar de esta extraña limícola que nunca hasta ahora había observado ¡Vaya potra! No sabría calcular cuántas canasteras habría en este tramo de playa, pero más de el centenar seguramente. En la playa de guijarros también se movían un par de chorlitejos patinegros acompañados de un despistado vuelvepiedras. Pude disfrutar a placer de las canasteras, ya que se dejaban aproximar hasta una corta distancia, lo cual se agradece si quieres tomar una fotografía decente.







El pequeño Chorlitejo patinegro.


Un vuelvepiedras, en su hábitat que le da nombre. Bonitos colores los que luce esta limícola costera.



Volviendo a la zona de marjal me asomo a un pasillo de limo entre cañaverales que se encuentra cerrado por una valla metálica para evitar molestias. Y desde fuera veo circular alguna cigüeñuela y otra especie muy rara para mi, un calamón. Lástima que no pudo fotografiarlo bien debido a la distancia y la valla, pero bueno, mejor así si contribuye a su tranquilidad.



Más adelante hay una zona de hides, algunos de ellos se encontraban cerrados, pero uno de ellos daba a un pequeña zona inundada y allí disfrute pero bien. Diría que es de los sitios donde he podido observar las aves con una mayor calidad, dada la variedad de aves, su tranquilidad y la escasa distancia a la que se encontraban. Un diez por este rincón.

Destacaban ánades frisos, cercetas carretonas, algún pato cuchara y más abundantes los porrones europeos. También silbones y media docena de cercetas comunes. No pude ver la cerceta pardilla, especie que habita este marjal, pero ya hubiese sido la leche.

La variedad de aves en poco terreno era brutal, una gozada. En la siguiente imagen se pueden ver hasta siete especies: Flamenco, gaviota reidora, charrán común, cigüeñuela, pato cuchara, archibebe común y correlimos zarapitín.



Nutrido grupo de cigüeñuelas, la limícola más abundante en el marjal durante estos días. Muchas supongo que estarían de parada y fonda, stop over que dirían los expertos, durante su migración.


Otro popurrí de limícolas, entre los que alcanzo a identificar a archibebe común y oscuro, correlimos común y zarapitín. Junto a ellos otra cigüeñuela y varias gaviotas reidoras.


En una pequeña isla descansaban varios charranes comunes y patinegros. A su alrededor dos gaviotas reidoras y una gallineta o polla de agua. En el agua un archibebe común.


Aunque ya más lejanos, al fondo del marjal se divisaba un buen grupo de gaviotas cabecinegras, con su vistosa líbrea de verano, una gaviota muy bonita y que no es tan fácil de ver en nuestras latitudes.


La única avoceta que pude ver en el marjal.



Un bonito macho de ánade friso, de los que había una pareja.


Mamá y papá friso.


Un solitario ejemplar de tarro blanco.


Pareja de cercetas carretonas, lástima que estuvieran tan lejos porque es una de mis anátidas preferidas. Muy bonita y poco frecuente.


Más común es el porrón europeo, de los que había ejemplares diseminados por toda la zona, entre ellos este confiado machete.


Un grupo de moritos se posaron y estuvieron alimentándose un rato, aunque me pareció que no estaban muy cómodos con mi presencia y pronto levantaron el vuelo.






Los impresionantes flamencos siempre presentes, bellísimos con esos colores rosados.






A ultima hora localicé esta parejita de becacina o agachadiza común junto a un chorlitejo chico, estaban realmente ocultos entre las hierba de la zona de limos.


En cuanto a rapaces, poco que destacar. Apenas algún aguilucho lagunero y este cernícalo vulgar que me estuvo rondando toda la mañana.


Bueno, pues espero que os haya gustado esta entrada sobre esta estupenda zona húmeda a la que os invito y aconsejo que visitéis si vais a la costa mediterránea. Seguro que no os defraudará.

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